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La reciente inauguración de la primera etapa del gasoducto Néstor Kirchner –que se extiende desde Tratayén (Neuquén) a Salliqueló (Buenos Aires)– nos permite recuperar el autoabastecimiento energético. Es una obra de grandes proporciones que, tras una replanificación inicial realizada por el gobierno del Frente de Todos, se concluyó en menos de un año. Argentina había perdido su soberanía energética producto de la privatización de YPF en manos de Repsol, que agotó las reservas sin invertir en exploración.
El proyecto del gasoducto surgió a partir del crecimiento de la producción de Vaca Muerta, tanto de gas como de petróleo. Argentina es el cuarto país en volumen de reservas de petróleo no convencional y el segundo en gas no convencional. Pero recién a partir de 2012, con el 51% de YPF recuperada por el Estado, se concretaron las inversiones iniciales y pagaron los costos de aprendizaje que los privados no asumieron. Así se mejoró la eficiencia y se afianzó la tecnología para que la extracción sea rentable económicamente en Vaca Muerta. Ahora, la dirección de obra del gasoducto estuvo en manos de ENARSA, otra empresa estatal.
A pesar de ser tan fundamental este gasoducto, su concreción se demoró varios años. Ya estaba planificado en 2015 pero su licitación se postergó dos veces durante el gobierno de Macri, producto del fracaso del sistema de gestión de obra pública que pretendió instalar el macrismo: las PPP (contratos de Participación Público-Privada). La parálisis de la obra pública durante el macrismo no sólo afectó este proyecto, sino también otros gasoductos y durante aquel gobierno tampoco se construyó ni un solo kilómetro de redes de transporte eléctrico. También fue deficitaria la obra pública en rutas, escuelas y viviendas.
El costo de este gasoducto de magnitud fue solventado con el Aporte Extraordinario a las Grandes Fortunas. Tanto la estatización del 51 % de YPF como este Aporte fueron votados en contra por el macrismo. Si el gasoducto se hubiera construido con las PPP que impulsó Macri, un monopolio privado se hubiera quedado con el derecho de cobro de “peaje” por el transporte de gas y petróleo durante varias décadas, aumentando así el precio del consumo en hogares e industrias.
La importancia estratégica del gasoducto
Este gasoducto permitirá fortalecer el mercado interno, aumentar el ahorro de divisas por sustitución de importaciones y favorecer el ingreso de divisas por exportaciones. Aquí el detalle:
• Ampliar la conexión a gas por red a los usuarios que aún no tienen acceso.
• Garantizar el abastecimiento de gas a industrias argentinas durante el invierno.
• Sustituir importaciones de combustibles líquidos para la generación térmica.
• Compensar la caída de la producción de gas y petróleo de otras cuencas, como Cerro Dragón en Argentina y de Bolivia.
• Exportar a los países limítrofes los excedentes de gas natural.
Sin dudas en las próximas elecciones también se decide si la obra pública será motor del crecimiento económico y del empleo o si por el contrario triunfa la visión del atraso, la desinversión y los despidos.
«Ya sabemos que esto va a permitir que ahorremos divisas y avanzar en la soberanía energética, que es fundamental. Lo que no tenemos que olvidarnos es el ser humano. Tenemos el 40% de nuestra población sin gas natural. Tenemos más del 98% de los barrios populares, más de 5 millones de compatriotas, que no tienen gas natural. Y tenemos lugares donde se extrae gas que no tienen gas natural. Entonces, hay que cuidar a las divisas y hay que cuidar a las personas.”
“Y el otro tema que me parece fundamental es discutir la renta del producto. Cómo se va a reinvertir. Cómo vamos a hacer, en lo que algunos llaman un boom de exportaciones con el gas y el litio, para que todo eso no se convierta en un neo-menemismo: que es gastarnos los dólares sin dejar un modelo de desarrollo integral, con el ser humano adentro y cuidando a la naturaleza.”
Juan Grabois
