Incendios en la Amazonia brasileña: Bolsonaro, terratenientes y soja

La deforestación causada por los hacendados y la política pro-terrateniente y pro-empresarial del fascista Jair Bolsonaro están detrás de los descomunales incendios que desde principios de agosto arrasan la Amazonía brasileña, uno de los grandes “pulmones” de agua, oxígeno y especies vegetales y animales del planeta. Un área, también, en la que a duras penas subsiste un millón de integrantes de pueblos originarios.

Fuego y soja
La Amazonía abarca casi 8 millones de kilómetros cuadrados (la Argentina tiene menos de 3) y la comparten Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana Francesa, Perú, Surinam y Venezuela. Ese territorio gigantesco se quema a un ritmo récord, incluyendo zonas de Perú, Bolivia y Paraguay. Sólo en Brasil el número de incendios forestales aumentó más del 80% respecto del año pasado; sólo desde enero de 2019, cuando Jair Bolsonaro llegó a la presidencia, hubo más de 70.000 incendios. El fuego arrasa incluso áreas de protección ambiental y territorios de grupos indígenas, que son corridos por el fuego o porque se quedan sin sus fuentes básicas de alimentos y agua.

Ante los reclamos por la pasividad o complicidad de su gobierno, Bolsonaro le dijo a una periodista europea que “el Amazonas es nuestro, no de ustedes” y atribuyó los incendios a la “estación seca” y a “una acción criminal de los ambientalistas para llamar la atención contra mi persona y contra Brasil”, tal vez creyendo que su propia estupidez y su villanía pro-empresarial son compartidas por el pueblo brasileño y los de Sudamérica y el mundo. Bolsonaro propuso utilizar el Fondo Amazonía (financiado por institutos europeos y brasileños) para indemnizar a terratenientes a quienes se había expropiado una porción de sus tierras para convertirlas en zonas protegidas o a los que se les prohibió producir en esas áreas. Bolsonaro no mintió: desde el primer día dijo que venía a promover una economía reprimarizada en beneficio de los poderosos; y, con sus métodos fascistas, es lo que está haciendo.

En la Amazonía, como en muchos estados del este y nordeste, además del asesinato de cientos de dirigentes de los Sin Tierra, la quema es una de las prácticas criminales de los fazendeiros (hacendados) para expulsar a los campesinos, apropiarse de la tierra y expandir sus pastizales y sus cultivos de soja. En el estado de Pará, los terratenientes llegaron a coordinar un “día del fuego”, donde realizaron quemas simultáneas en los márgenes de la carretera BR 163, para hacer oír que el “único modo de trabajar es tumbando la selva”.

De las actividades agrícolas en Brasil, el cultivo de soja es el mayor responsable de la deforestación. Hacendados y arrendatarios talan masivamente miles y miles de árboles, esperan unos meses a que se evapore la humedad e incendian todo lo que queda en grandes superficies. La “sojización” del campo brasileño, impulsada en los últimos 20 años por la demanda china y europea (para industrializar la soja como alimento para el ganado), avanzó desde Rio Grande do Sul hacia Mato Grosso en el centro-oeste y luego hasta Maranhao en el nordeste amazónico, destruyendo tierras dedicadas a ganadería y horticultura y cambiando completamente la economía y el mapa rural del Brasil. La soja pasó a ser el principal producto agrícola brasileño, representando el 50% de todos los cereales, legumbres y oleaginosas que se cosechan, y el mayor ingreso del país por exportación (25.000 millones de dólares en 2016). Brasil se convirtió así en el segundo exportador mundial de soja después de EEUU, en perjuicio de millones de campesinos que siguen reclamando reforma agraria, y en beneficio de sus poderosos terratenientes y de los pools sojeros nacionales y extranjeros (como los grupos argentinos Grobocopatel y El Tejar).

Incendio, ecología y política
Los incendios forestales arrasan extensas superficies del Cerrado (“denso”, “tupido”) en los estados de Amazonas, Pará, Mato Grosso, Rondonia y Rio de Janeiro. Mato Grosso, en el extremo occidental del Brasil fronterizo con Perú y Ecuador, es uno de los más golpeados por las llamas: en un año los incendios se triplicaron. Allí reinan los grandes terratenientes cuyo negocio es la soja para exportación, algodón y maíz. Allí se encuentran también el parque Chapada dos Guimarães -que ya perdió el 10% de su vegetación- y el de Serra de Ricardo Franco, en la frontera con Bolivia, que también fue presa del fuego y donde ya se quemó medio millón de hectáreas. El humo llegó hasta São Paulo en la costa este brasileña, potenciado por los incendios en las áreas selváticas de Bolivia y Paraguay, con consecuencias de contaminación del aire y cambios en el clima y en el ecosistema.
Los grandes incendios y sequías se expanden fuera de control también en Bolivia y Paraguay. En ambos países, la autorización del desmonte de bosques para ganadería se enmarca en una política similar a la que ya se descontroló en el Amazonas.

En Bolivia muchos municipios de los departamentos de Santa Cruz (este) y Beni (norte) declararon la emergencia. En la llanura de la Chiquitanía (Santa Cruz) las llamas arrasaron más de 500.000 hectáreas. El presidente Evo Morales contrató un potente avión Supertanker Boeing 747-400 de Estados Unidos, que ya realizó varios vuelos y descargas de agua sobre incendios forestales en la zona amazónica boliviana.

Sin embargo, Evo también defendió el “chaqueo” -la práctica de los agricultores de quemar áreas de bosque para ampliar las tierras de cultivo- alegando que se trata de campesinos pobres y medios que de otro modo no tienen dónde cultivar. Pero no se trata de un problema ecológico sino político-social: todo hace pensar que en el trasfondo están las concesiones de Evo Morales a los poderosos terratenientes santacruceños que atemperaron momentáneamente las manifestaciones racistas y golpistas contra el gobierno y el propio presidente. Hace menos de dos meses (principios de julio), el gobierno boliviano modificó el decreto que regula las tierras de producción forestal autorizando, con fines agropecuarios, el desmonte y la quema “controlada” de bosques en terrenos tanto privados como comunitarios (es decir indígenas) de los departamentos de Santa Cruz y Beni.

Bolsonaro: un elefante proyanqui en
el bazar mundial
La política y las actitudes de Bolsonaro concitaron el repudio de millones de personas en muchas ciudades brasileñas y en todo el mundo. Miles de personas manifestaron el viernes 23 ante embajadas y consulados de Brasil en América y Europa, alertando sobre el peligro para los llamados “pulmones del planeta”.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, aprovechó las brutalidades de Bolsonaro para reafirmar ante la reunión de sus socios imperialistas del G7 en Biarritz su rechazo al recientemente comprometido acuerdo de “libre comercio” entre la Unión Europea y el Mercosur. Lógicamente no dijo que las importaciones europeas de soja son uno de los mayores incentivos de los poderosos terratenientes brasileños cuyos intereses encarna Bolsonaro.

Noruega, uno de los mayores aportantes al Fondo Amazonía, anunció la suspensión de su aporte de 30 millones de euros para proyectos de conservación de esa región después de que el Gobierno brasileño cambiara de forma unilateral al equipo directivo de ese Fondo. Bolsonaro, cuyas políticas ultraliberales a lo Macri ya empiezan a hacer agua, retrucó que Noruega mata ballenas en el Mar del Norte; y a Macron, según algunas fuentes, sencillamente lo calificó de idiota.