En la madrugada del 24 de marzo de 1976 era secuestrado y desaparecido Renée Rufino Salamanca. Faltaban pocos meses para que cumpliera 36 años. Por entonces era el secretario general electo del sindicato de los mecánicos (SMATA) de Córdoba, el más importante de la provincia, y como si algo previniera el poco tiempo que tenía, todo en su vida se había sucedido con rapidez.
Había nacido en Saturnino María Laspiurz, un pueblo campesino cercano a Las Varillas, en 1940. Su padre había sido peón rural para trabajar luego en una estación de servicio de Carcarañá, y morir repentinamente en Buenos Aires en 1943. La mujer y sus dos hijos se establecieron entonces en Las Varillas. Hace la primaria, incursiona en el secundario, y en la escuela industrial de San Francisco se recibe de tornero mecánico.
Ya en la capital provincial, a los 17 años empieza a trabajar en pequeños talleres. A los 18 se casa con Olga Cortez y consigue trabajo en la fundición MIRA, que poco después quiebra y lo deja en la calle junto a otros 60 compañeros. Alterna faenas de albañilería con changas de vuelta en pequeños talleres. Corre ya el año 1963. Un par de amigos que había hecho en la fundición se instalan por su cuenta y Salamanca entra a trabajar en su pequeña empresa como tornero matricero.
Siempre había sido rebelde como obrero, pero empieza a ver que la rebeldía sin organización no puede ir lejos. Es elegido delegado a la UOM por sus compañeros de fábrica, pero la directiva lo desconoce. Tiene contactos con un grupo troskista, “era lo mismo que una fábrica: te explicaban la línea y tenías que llevarla. Nos abrimos, y gente de Dinfia y metalúrgicos formamos la agrupación Felipe Vallese. Era una corriente peronista de izquierda”, contará más tarde en un reportaje (La Comuna N° 7, diciembre de 1972)
Es en este momento de su vida cuando se produce el encuentro con César Gody Álvarez, establecido en Córdoba para armar allí el Partido Comunista Revolucionario, flamante organización de esa avalancha militante que acababa de romper con el Partido Comunista.
Hombre y organización
Tras los primeros encuentros, Salamanca y una parte de la Felipe Vallese (que se había extendido y estuvo a punto de ganar las elecciones del ATE local) se afilian al PCR. Después vendrán el Cordobazo, la entrada de Salamanca a trabajar en la IKA-Renault, su elección como delegado de la sección matricería de Forja (la planta de Santa Isabel), el minucioso armado del Movimiento de Recuperación Sindical (MRS) que lo catapulta por primera vez a la secretaría general del sindicato.
Una foto histórica registra el abrazo de Renée Salamanca con Gody Álvarez. Fue tomada en el festejo de la reelección de Salamanca como secretario del SMATA Córdoba por la lista Marrón. La imagen sintetiza una conjunción que cambió el destino de ambos, y llevó al punto más alto la relación entre el movimiento obrero y el partido revolucionario.
Los hechos a nivel nacional e internacional se suceden vertiginosamente en esa década del 70. Al mismo tiempo, la fuerza nacida del entronque obrero de Renée y la estrategia que se da con el partido, le da la paciencia necesaria para ir construyendo un armado minucioso, sin apuros, a veces “tapado”, casi clandestino. Así gana en muy pocos años la dirección del SMATA Córdoba. Y se pone en práctica por primera (y quizás única) vez, la democracia sindical en serio: la participación masiva, las asambleas permanentes para la toma de decisiones, la elección de delegados combativos en las secciones de las fábricas, los directivos que alternan su función sindical con el trabajo en la línea, las listas de reivindicaciones paritarias armadas por los propios obreros. En todo eso tendrán que ver la línea político sindical, el colectivo que lo respalda en los análisis y estrategias, el aprendizaje permanente a través de los errores, pero también la calidad personal de Salamanca. Un hombre al que todos recordarán por saber escuchar, por patear sin descanso para llegar más allá del activo y comprender la realidad del último obrero de fábrica, por tener sensibilidad para la injusticia y sostener la ambición de poder para la clase que la lleve a lo reivindicativo, pero más allá: a su rol activo para hegemonizar los grandes procesos de cambio.
Para truncar lo que era, pero también el futuro que nos esperaba con hombres como Salamanca en la dirección del movimiento obrero, Renée es uno de los primeros secuestrados de la dictadura. Tenía entonces dos hijos, un varón camino de la adolescencia y una nena pequeña. Vivían en una casita precaria, en el mismo terreno que la de su suegra, que se las había prestado, y por esos días siniestros había sido trasladado a una casa presuntamente “segura”, de donde fue secuestrado para seguir desaparecido.