Rosas armadas contra el fascismo

«Nuestros exploradores hicieron prisionero a un oficial alemán que estaba muy sorprendido de que en su tropa hubiera tantas bajas y de que todos sus soldados murieran por disparos en la cabeza. Casi siempre con una bala en el mismo punto. No dejaba de repetir que un tirador normal no sería capaz de lograr tantos impactos en la cabeza. Correcto. “Preséntenme –solicitó– a ese tirador que tantos soldados ha matado. Me llegaban reemplazos numerosos y a diario perdía hasta diez hombres.” El comandante del regimiento [soviético] le contestó: «Lamentablemente no puedo hacerlo: era una chica, una francotiradora, pero ha muerto». Era Sasha Shliájova. Cayó en un duelo de tiradores. Su bufanda roja le jugó una mala pasada. Le gustaba mucho esa bufanda. Una bufanda roja sobre la nieve salta a la vista, boicotea el camuflaje. Pero el oficial alemán se quedó como piedra al oír que era una chica, no sabía cómo reaccionar. Estuvo callado durante mucho rato. En el último interrogatorio, antes de que le enviaran a Moscú (¡resultó ser un pájaro gordo!), confesó: «Nunca antes había combatido frente a mujeres».»[1]

La anécdota, recuperada por la escritora rusa Svetlana Alexiévich, se produjo en la trascendental batalla de Stalingrado. La derrota del hasta entonces invencible ejército nazi a manos del Ejército Rojo decidió el curso de la Segunda Guerra. Aquellos 200 días transcurridos entre agosto de 1942 y febrero de 1943 dejó un saldo de más de 2 millones de muertos, incluyendo al menos 300 mil civiles. La ciudad fue devastada primero por los bombarderos alemanes; y luego se libró una encarnizada guerra cuadra por cuadra. Una batalla que graficó el heroísmo de las naciones que integraron la Unión Soviética. Tanto de sus hombres como de sus mujeres, las que se ganaron un lugar destacado en la primera línea de combate. Sasha fue una de este más de un millón de mujeres que en esta guerra antifascista se desempeñaron como francotiradoras, aviadoras, artilleras, enfermeras, infantes, tanquistas y marineras.

Liudmila Pavlichenko (1916-1974).

La destreza de las francotiradoras quedó registrada también en el libro Lyuba Vinogradova Ángeles vengadores.[2] Entre las más conocidas, la ucraniana Liudmila Pavlichenko mató a 309 enemigos.[4] No menos temerarias fueron Las brujas de la noche[3], aviadoras del regimiento 588 comandado por Yevdokia Bershanskaya que, piloteando un frágil biplano de entrenamiento Polikarpov PO-2, transportaban una bomba de 400 kilos que descargaban sobre las líneas enemigas. Su defensa era simplemente volar de noche, planeando con el motor apagado para no ser detectadas y que recién prenderían para emprender el regreso. El apodo fue obra de los alemanes que las sufrían cada noche, die Nachthexen en su idioma.

Durante la Segunda Guerra, las soviéticas fueron las únicas mujeres del mundo que pilotaron aviones en misiones de combate, enfrentando a la mismísima Luftwaffe. “Cuando veo un aeroplano con las cruces negras y la esvástica en la cola, tengo un solo sentimiento: odio; esa emoción hace que apriete aún más firmemente el disparador de mis ametralladoras”, decía Lilya Litvyak, que piloteaba un caza con el cual logró derribar al menos quince aviones nazis, antes de ser abatida en 1943.[3] “¡Las chicas volábamos y derribábamos a los ases de la aviación! Los hombres nos observaban perplejos. Nos admiraban”, recordaría la capitana Klaudia Térejova.[1]

Un Polikarpov Po-2 se prepara para volar en una misión.

No es una casualidad que haya sido en la URSS donde las mujeres pudieron tomar mayor protagonismo contra el fascismo del Eje. Previamente, también en la Guerra Civil Española las mujeres habían podido combatir en los regimientos organizados por los comunistas. Porque el despliegue de las fuerzas populares exige ir tirando, uno a uno, los prejuicios milenarios que aún siguen pesando. No es que en el Ejército Rojo no existiese también machismo, acoso, subestimación… Pero fue precisamente en esa lucha contra el fascismo en que las mujeres avanzamos también en nuestro reconocimiento social de igualdad y ratificamos que no somos menos. O como decía la aviadora Marina Raskova: “Podemos hacerlo todo”.


[1] Alexiévich, Svetlana, La guerra no tiene rostro de mujer, 1985. La autora nació en 1948 en el pueblo de Stanislav, en la entonces Ucrania socialista.
[2] Vinogradova, Lyuba, Ángeles Vengadores, Ed. Pasado y Presente, 2017. Nacida en Moscú en 1973.
[3] Vinogradova, Lyuba, Brujas de la Noche, Ed. Pasado y Presente. 2015.
[4] Pavlichenko, Liudmila, La francotiradora de Stalin.