Ucrania, otra vez foco de tensión bélica

Una de las imágenes "filtradas" sobre el desplazamiento de tropas rusas.

En las últimas semanas se vivió la mayor tensión militar en la frontera entre Rusia y Ucrania después de la guerra de 2014, que llevó a la anexión rusa de Crimea. Hace ocho meses, los bandos habían firmado un armisticio que llevó a una desescalada del conflicto. Sin embargo, a fines de marzo la situación se agudizó nuevamente. El 26 de marzo, cuatro soldados ucranianos murieron en un presunto enfrentamiento con separatistas prorrusos. Estos grupos de las regiones fronterizas de Donetsk y Lugantsk, apoyados por Moscú, no reconocen al gobierno ucraniano. Casi inmediatamente, el gobierno estadounidense dio a conocer mediante comunicado la conversación del 1º de abril entre el ministro de Defensa  ucraniano y el jefe del Pentágono, Lloyd Austin, quien expresó la «postura proactiva de Estados Unidos en apoyo de la soberanía y los pasos para restaurar la integridad territorial de Ucrania».

En ese contexto, la portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia, María Zajárova, se quejó por «el aumento de la actividad de las Fuerzas Armadas de los países de la OTAN en el territorio de Ucrania y en el mar Negro en las inmediaciones de las fronteras rusas». Luego, más de cien mil soldados rusos se desplegaron en la zona fronteriza con Ucrania, “la mayor movilización militar que ha visto Ucrania en sus cercanías desde 2015″, según la BBC. El Reino Unido y la Unión Europea expresaron su preocupación por los movimientos de tropas rusas y el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, llamó por primera vez desde que asumió el cargo a su par ucraniano, Volodimir Zelensky.

El mandatario ucraniano se ha posicionado como un férreo crítico de Rusia en el este europeo e insistió con su voluntad de que Ucrania ingrese a la OTAN y la Unión Europea. El despliegue ruso sería entonces una señal de que Moscú no aceptará ese ingreso. Y que incluso estaría dispuesto a un nuevo conflicto militar antes de permitir el ingreso de Ucrania a la alianza militar yanqui-europea.

Tras semanas de tensión, Moscú decidió bajar el tono. El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, descartó la posibilidad de una guerra, pero también advirtió que “Rusia no permanecerá indiferente a la suerte de los rusoparlantes que viven en el sureste” de ese país. Finalmente, el 23 de abril, el Ejército ruso ordenó el repliegue de las fuerzas desplegadas y el retorno a sus lugares de emplazamiento permanente. Putin por su parte ofreció a Zelenski recibirlo en Moscú. «Si se trata del desarrollo de las relaciones bilaterales, adelante. Recibiremos al presidente de Ucrania en Moscú cuando le resulte conveniente», afirmó, aunque provocativamente agregó que el gobierno ucraniano debería encontrarse primero con los dirigentes de las repúblicas autoproclamadas de Donetsk y Lugansk, y solo después discutir estas cuestiones con terceros países como Rusia.

¿Qué hay detrás del conflicto?

Indudablemente, las tensiones nacionales en la zona siguen tiñendo la situación. Pero sobre estos conflictos, ya de por sí complejos, se montan las disputas interimperialistas que no escatiman recursos militares. Por una parte, Rusia tiene un balance histórico de haber integrado el Ejército Rojo que liberó toda esa zona del nazismo. Pero Rusia ya no viste de rojo y su permanente disputa con Estados Unidos es desde hace más de medio siglo una disputa entre imperialismos. Estados Unidos reafirmó con Biden su confrontación con Moscú y se esfuerza especialmente en intentar aislar a Rusia de Europa. En esto entra el apoyo de Estados Unidos al presidente ucraniano; como así también el rechazo y boicot abierto de Estados Unidos al gasoducto en construcción Nord Stream 2.

El Nord Stream 2 consiste en una segunda línea de gasoducto por el Mar Báltico que va desde la costa rusa hasta la costa alemana. Este tendido aumentará el suministro de gas ruso a Europa, particularmente a Alemania. Alemania es un gran importador de gas ruso y uno de sus principales mercados. Estados Unidos se opone rotundamente al proyecto porque mira con recelo los acuerdos entre Rusia y Alemania, y porque promueve la venta de su propio gas licuado a Europa. Al mismo tiempo, Ucrania y otros países vecinos se muestran también contrarios porque quieren conservar el volumen de tránsito de gas ruso, que actualmente atraviesa sus territorios en antiguas tuberías, cobrando su propio peaje. En esto también coinciden Biden y Zelenski.