Un icono de la cultura de la violación

Por María Rinaldi

El 25 de junio pasado falleció la actriz Isabel Sarli. Notas periodísticas e informes en distintos medios despidieron al “ícono erótico”, “ícono del cine argentino”. “Icono entrañable de nuestro cine y nuestra cultura popular” la llamó el presidente Macri en un twitt de despedida. Efectivamente, la actriz fue declarada “Embajadora de la cultura popular argentina” por la Secretaría de Cultura de la Nación en 2012.
En las películas de “la Coca”, dirigidas por su pareja Armando Bo, el argumento se repite una y otra vez, y se refleja en los títulos: Carne, Fiebre, La insaciable, La tentación desnuda, Intimidades de una cualquiera, Una viuda descocada, etc. Cuando nos adentramos en las historias nos encontramos con una mujer insaciable que consigue lo que busca: violaciones, humillaciones y sufrimientos que a la protagonista, más temprano o más tarde le terminan gustando y excitando.
En Carne, por citar un ejemplo, ella es una obrera a la cual un compañero de trabajo apodado “Macho” la persigue, la acosa y la viola camino a su casa, en el frigorífico y en un camión, junto a sus amigos. Cuando se está bañando, para quitarse el asco que le produce haber sido violada, increíblemente ese sufrimiento se vuelve también erótico: sufre y gime al mismo tiempo tocando su cuerpo. Le oculta a su novio lo ocurrido, y cuando éste se entera, ella le pide perdón. Perdón por haber sido violada.
El argumento de estas películas, remite de manera literal a ciertas expresiones que se escuchan cuando una mujer denuncia haber sido víctima de abuso y violación: “si la violación es inminente relájate y goza” (Cacho Castaña), “hay mujeres que necesitan ser violadas” (Gustavo Cordera) “mirá cómo me pones” (Juan Darthés), solo por citar a personajes “célebres”.
“La Coca”, en una entrevista a Página/12, comenta: “Yo abarqué las generaciones del ‘60, ‘70 y ‘80 (…) y están los que me conocen a través de sus padres”. Empezar a ver el problema que representa que la violencia sexual sea vendida y consumida como “cine erótico” a nivel de masas a través de varias generaciones nos ayuda a entender en parte el proceso de formación de lo que este último tiempo se ha dado en llamar “la cultura de la violación”. No es exagerado decir que este cine fue la educación sexual de todas esas generaciones, junto con exponentes como Olmedo y Porcel y tantos otros íconos o clásicos de la pantalla grande y chica que ya va siendo hora de bajar del panteón de la cultura nacional.
De más está decir que no es “La Coca” la culpable de todo esto que repudiamos, sino una víctima. No abordamos acá por razones de espacio las características de su relación con Armando Bo, quien hizo toda su carrera a costa de la actriz, nunca se separó de su esposa legal y le negó a “La Coca” la posibilidad de tener hijos biológicos.
La cultura de la violación no puede seguir siendo parte la cultura argentina, es el grito de BASTA que sale del corazón del inmenso movimiento feminista de la Argentina que se puso de pie a partir del 2015. Desde el CR y todos los frentes de masas debemos ser parte de esa lucha, dando el debate sobre la necesidad de erradicar los estereotipos y la violencia de género de todas las expresiones de la cultura popular. No podemos profesar una doble moral: pregonar, por un lado, un cambio cultural y hasta revolucionario y, al mismo tiempo, aceptar, reivindicar y homenajear estos modelos de opresión y violencia.