Atucha III: Un golpe a la soberanía nacional y más despidos

24/8: Trabajadores de la PIAP cortaron la ruta 22 en Neuquén, Arroyito, en reclamo del cobro de sueldos adeudados y la reactivación de la planta.

Por Javier Caccavelli (*)

El argumento esgrimido por el gobierno para cancelar Atucha III –que sería nuestra cuarta central nuclear– fue “ahorrarse” miles de millones de dólares. Pero los números no cierran: en mayo, sólo en unos días, el gobierno gastó un monto superior en la carrera insostenible del dólar, las Lebacs y el negocio propio y de amigos.

La construcción de la 4° central nuclear Atucha III es un proyecto con tecnología que el país ya maneja, de tipo CANDU con uranio natural moderado con agua pesada; muy similar a la 3° central nuclear Embalse ubicada en Río Tercero, Córdoba, que opera hace 30 años. El acuerdo de financiación con China para esto era por unos 7.000 millones de dólares de los cuales estaba pactado que el 70% se usarían para la compra de componentes fabricados en la Argentina. El proyecto sería un diseño, desarrollo y construcción llevado adelante por NA-SA (Nucleoeléctrica Argentina S.A.) y con la participación de un total de 130 empresas nacionales de ingenierías diversas, entre grandes, pequeñas y medianas, que llegarían a ocupar a unos 7.000 trabajadores. Según expertos económicos, la financiación era muy conveniente: 75% china, interés al 4% anual y 8 años de gracia desde la puesta en operación de la nueva central.

Pero los monopolios chinos no avanzaron mundialmente regalando financiación. Este acuerdo tenía una letra chica: la compra en iguales términos de una 5° Central “llave en mano” de tecnología completamente china que la Argentina no maneja, con uranio enriquecido moderado con agua liviana, a la CNNC (China National Nuclear Corporation). Esta empresa china ya le vendió cinco centrales similares a Pakistán, ocho a Inglaterra y quería, ahora con la Argentina, desembarcar en Latinoamérica para no quedar detrás de Rusia, que ya hizo pie en Bolivia con la venta de un reactor para radioisótopos (investigación, industria alimenticia y medicina nuclear).

“Llave en mano” quiere decir en la jerga nuclear que el país comprador no participa de la obra nuclear, no hay transferencia tecnológica, sólo se encarga de la obra civil, el hormigón y los edificios auxiliares. Como cuando compramos un auto nuevo: nos dan la llave, nos subimos, lo arrancamos y lo manejamos. Nada sabemos de lo que hay debajo del capó. Pero China esta vez va más allá: la central vendrá embalada, como los kits de ensamblaje de televisores, junto a los ingenieros chinos para su armado y puesta en operación sin que la Argentina participe en nada. Ni siquiera en la producción del combustible nuclear que necesita la central para funcionar.

Nunca la Argentina realizó un proyecto nuclear en estas condiciones. Desde la construcción de la 1° Central Atucha I en 1974 fue participando de forma creciente en la obra nuclear con la 2° y 3° centrales (Embalse y Atucha II) llegando a hacer el 70% del núcleo de Atucha II en 2014. Y, sobre todo, siempre se garantizó lo principal: la transferencia tecnológica y la producción del combustible nuclear. Pero esta vez ni siquiera eso. Volviendo al ejemplo anterior: es como si nuestro auto nuevo “llave en mano” utilizara un combustible que desconocemos y que sólo produce quien nos vendió el auto; y como no sabemos que hay debajo del capó tampoco podríamos desarrollarlo, la dependencia es total.

¿Qué hizo el gobierno con todo esto sobre la mesa? Con el acuerdo para la construcción de la 4° Central de “tecnología argentina” y para la 5° Central de “tecnología completamente china”, ambos acuerdos ya cerrados, el gobierno decidió cancelar la construcción de la 4° Central, y avanzar sólo con la compra de la 5° Central.

¿Y qué pasó unos días después? NA-SA anunció los primeros 250 despidos y la intención de deshacerse de todo el sector de diseño, desarrollo y construcción de centrales nucleares, entre unos 700 y 1000 profesionales y técnicos altamente calificados en la tecnología de tipo CANDU que la Argentina maneja como pocos países en el mundo. Algunos especialistas cuentan que, además, la 5° Central que llegará a la Argentina no sólo será 100% fabricada en China sino que vendrá con su propio grupo completo de ingenieros y obreros chinos que la armarán. Hasta las bolsas de cemento para la obra civil vendrían de China. ¿Se explica así quiénes reemplazarán a todos los despedidos en NA-SA?

El impacto es aún más grave

El golpe es aún más grande que miles de despidos en NA-SA y el resto del sector. Es un golpe fenomenal a la soberanía nacional del ciclo del combustible nuclear. El “ciclo del combustible” es como se describe en el sector nuclear al proceso que va desde la extracción del mineral de uranio, su refinamiento, procesamiento, enriquecimiento, la fabricación del combustible nuclear, la fabricación de otros insumos asociados fundamentales como el agua pesada, hasta el reprocesamiento de los residuos y el combustible nuclear “gastado” para volver a comenzar el ciclo nuevamente. Algunos incluyen también dentro de este ciclo, a la capacidad de diseño, construcción y operación de reactores y centrales nucleares.

Poseer independencia y soberanía tecnológica en el área nuclear implica controlar este ciclo del combustible en todos sus aspectos. No poseer esta independencia implicaría, por ejemplo, que el país que nos proporciona el combustible para generación de energía eléctrica pudiera decidir dejar de producirlo y entonces debiéramos bajar el interruptor. En el caso de China, esto no sería un caso hipotético imposible: ¿qué pasaría si, por ejemplo y sólo por tomar un caso, algún día nos pusiéramos más firmes con la inmensidad de pesqueros chinos que cruzan ilegalmente la milla 200 para depredar el Mar Argentino? ¿Nos seguirían proporcionando el combustible nuclear?

Además, este daño a nuestra soberanía y el ciclo de combustible se expresa en todas las empresas del sector:

La PIAP (Planta Industrial de Agua Pesada – ENSI S.E.) estaba esperando ansiosa el comienzo de la construcción de la 4° Central para ponerse a producir y proveer este insumo. Ahora con la cancelación, la PIAP está al borde del cierre, hace meses ya que sus 400 profesionales y técnicos altamente calificados están cobrando el sueldo en cuotas y están a punto de quedar en la calle. Y el gobierno ofrece la reconversión de la planta a la producción de fertilizantes. La PIAP es la planta industrial más grande del mundo, pensada originalmente así de grande para abastecer al menos a cuatro centrales nucleares, como ésta 4° Central que iba a fabricarse. Hoy en el mundo hay 49 centrales que utilizan agua pesada ubicadas en seis países. Ninguno de estos países puede abastecerse por sí mismo al 100% de este insumo. ¿Qué sentido tendría cerrar la PIAP? Por lo pronto esto obligaría a pasar a importar algo que producíamos nacionalmente y que además exportábamos.
Dioxitek S.A. es la empresa nacional controlada aún por el Estado que procesa el uranio para convertirlo en el polvo de dióxido de uranio natural con el que se fabrican los combustibles nucleares. Ahora, con la cancelación, se han paralizado las obras de la nueva planta industrial en Formosa que reemplazaría a la vieja planta en Córdoba que está cerrándose. Esta nueva planta estaba pensada además ser más grande para poder seguir abasteciendo a la actuales y futuras centrales. Ya sin nuevas centrales que utilicen este insumo, y empezando a comprar el combustible chino de uranio enriquecido, el gobierno podría preguntarse: ¿qué sentido tendría terminar la nueva planta? Y por otro lado, si perdemos la capacidad de poder procesar el uranio, ¿qué sentido tendría reactivar todo el sector de minería de uranio que fue cerrado en 1997 con el menemismo y que hizo que la Argentina pasara de ser productor a importador de este tan estratégico mineral que apenas algunos países en el mundo tienen? Por otro lado, Dioxitek cuenta con todo un sector destinado a la producción de radioisótopos para la medicina nuclear, que también está siendo completamente desarticulado. En lo que va del año, ya despidieron una parte importante de sus trabajadores.

Que la Argentina pasara de ser un país que sólo maneja la tecnología de uranio natural moderado con agua pesada, a manejar también la tecnología de uranio enriquecido moderado con agua liviana, era un proceso que estaba en curso con el proyecto de reactor nuclear CAREM de desarrollo completamente nacional llevado adelante en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Incluso esto ponía sobre la mesa nuevos desafíos para el país como reactivar la minería de uranio y desarrollar el proceso de enriquecimiento de uranio para poder completar con autonomía el ciclo de combustible. La compra llave en mano de la 5° Central a los chinos, de uranio enriquecido moderado con agua liviana, en las condiciones antes descriptas, pone en jaque incluso al proyecto CAREM, a muchos otros proyectos que giran alrededor de éste, e incluso a la propia CNEA, que año a año viene dando una fuerte pelea para que el presupuesto permita seguir el desarrollo de todos los proyectos.

Hoy el sector nuclear afronta la primera ola de despidos en NA-SA y Dioxitek. El paro conjunto de los diversos gremios en NA-SA puso al gobierno contra las cuerdas porque lo forzaba a tener que asumir que debían “apagarse” las centrales Atucha I y II y dejaran de producir energía. Las centrales están consideradas un “servicio esencial” con lo que es necesario desarrollar todo un protocolo hasta forzar su detención por una medida de fuerza. Por eso el gobierno impuso una “conciliación obligatoria con los despedidos afuera”, una burla que no retrotrajo nada del conflicto y obligó a levantar el paro a la espera de una negociación que no aparece y que sólo tiene el objetivo de desgastar para avanzar.
Mientras tanto, por delante queda la pelea por lograr la unidad más amplia posible para derrotar el pacto de Macri con el FMI y reactivar la construcción de la 4° Central Atucha III con Agua Pesada de la PIAP. Junto con enfrentar los despidos, también está la pelea por un desarrollo nuclear independiente que aporte a la soberanía energética y la autonomía tecnológica nacional.

(*) Delegado general adjunto de ATE-CNEA Buenos Aires.