Concluye el golpe institucional contra Rousseff

Al cierre de esta edición, la presidenta brasilera daba su descargo final ante los senadores. Se daba por descontado que votarían su destitución completando el impeachment.

Dilma Rousseff hizo su descargo final en la Cámara de senadores. En su defensa, el lunes 29, recordó los momentos bajo la dictadura cuando había sufrido la tortura y denunció que si la destituyen se estaría consumando un “golpe de estado”. Luego, al cierre de esta edición, comenzaba la ronda de preguntas a la presidenta suspendida y se daba por descontado que el Senado brasilero votaría la destitución. Todos los pronósticos indican que el PT no conseguirá los votos del 1/3 del senado que necesita para que Dilma siga en su cargo. Concluye así la última etapa para definir la situación que lleva abierta desde mayo, cuando la presidenta fue suspendida de su cargo por 180 días mientras se avanzaba en la investigación por los casos de los que se la acusaba. El electo vicepresidente Michel Temer pasará entonces a ejercer la presidencia formalmente.

El impeachment

Si bien el golpe institucional que se vota el Congreso busca ampararse en la Constitución brasilera, no logra tapar sus desprolijidades. Rousseff fue acusada de realizar gastos sin respetar al Congreso y postergar pagos a la banca pública para financiar programas sociales el año de su reelección y a inicios de 2015. Según el artículo 85 de dicha Constitución, el impeachment (juicio político) mismo puede ser convocado por la acusación de haber cometido corrupción, impedir la libertad de los poderes judicial o legislativo, o atentar contra la seguridad nacional, entre otros. Pero la defensa de Dilma sostiene que fue invocado con pretextos confusos, que dudosamente entren en la categoría de “crímenes de responsabilidad” (que son los que darían lugar a la separación del cargo y el juicio político).

En realidad, la base político-social sobre la cual pudo avanzar la destitución de Rousseff es la tremenda recesión en la que ha caído Brasil, en la cual se conoció toda la crudeza de la cara ajustadora del neo-desarrollismo petista. La otra causa, que también le hizo perder apoyo popular y envalentonó a su oposición en las clases dominantes, fue el escándalo de la corrupción en Petrobras y con la constructora Oberbeck. Las denuncias golpearon al jefe de campaña del PT y tocaron al propio ex presidente Ignacio Lula Da Silva.

El PT había ganado en 2014 por un ajustado 51,6% tras un ballotage que polarizó al electorado brasilero. Luego del triunfo y en vez de afianzar su base o tomar medidas favorables para aquellos que decía representar en ese entonces, la primera batería de medidas pareció estar más bien orientada a dar un giño a los empresarios y los partidos opositores. De ese modo, avanzó en un plan de ajuste que corroyó aún más la precaria calidad de vida de la mayoría de la población brasilera. La crisis del neo-desarrollismo que Brasil ya venía atravesando se profundizó y se descargó sobre las masas populares a través del brutal recorte o suspensión de programas sociales que signaron la política petista: “Mi casa mi vida”, que ofrece cobertura a familias de bajos ingresos para financiar su casa propia con cuotas bajas y con bajos intereses, sin exceder el 5% de los ingresos; “Bolsa Familia”, muy parecido a la AUH argentina; “Luz Para Todos”, para electrificar zonas rurales, créditos a la agricultura familiar, entre otros. Esto sumado a fuertísimos recortes en salud (en medio de la epidemia del dengue y el zika) y educación. La base de apoyo del PT se fue corroyendo de este modo.

Enemigos íntimos

El vicepresidente Michel Temer, que quedaría formalizado como presidente, preside el PMDB (Partido del Movimiento Democrático Brasileño). El PMDB reúne una congregación de jefes estaduales ligados a los poderes oligárquicos locales. El PMDB fue aliado de Cardoso y luego acordó con Lula, a tal punto que en 2010 Lula promovió a Temer como vicepresidente de Dilma Rousseff. El PMDB fue parte del gobierno mientras pudo obtener ventajas y se fue cuando afloró la crisis económica, tras dejar que el PT absorba el costo del ajuste. Esa fue la alianza a la que apostaron Lula y Dilma, mientras se fueron distanciando del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) y otros sectores que en su momento alinearon detrás del PT.

Tan falsa es la lucha anticorrupción del PMDB que durante la investigación llevada a cabo salieron a luz documentos que complicaron a reconocidos miembros de los partidos de oposición y hasta al propio presidente de Diputados que dio inicio al impeachent, Eduardo Cunha del PMDB. Acusado de haber recibido sobornos y de tener cuentas no declaradas en Suiza, renunció a ese cargo, en un hecho que acentuaba la desprolijidad del proceso.

La cola del diablo

La lucha interimperialista no es ajena al proceso. Y así como los asensos de popularidad del gobierno de Lula y luego de Dilma estuvieron, al igual que el de los Kirchner en Argentina, atados a los precios ascendentes de las materias primas traccionados en ese momento por el crecimiento de la demanda del imperialismo chino, ahora esa ola se retira y contragolpean los yankis en mejor situación económica que hace una década cuando la crisis los golpeó fuerte.

Es evidente que, tras no hegemonizar los gobiernos de Brasil, Argentina, Venezuela, Bolivia, Ecuador y otros de la región durante varios años, los yanquis siguieron participando de la dependencia pero sin llevarse la mejor tajada. Ahora viene por ella. Y para eso un denominador común en varios de estos países consiste en tomar la bandera contra la corrupción, gigantesca por cierto en todos estos procesos en los que así también se capitalizaron viejos y nuevos grupos monopolistas.

Largos meses

Los distintos sectores de las clases dominantes y sus partidos fueron tejiendo alianzas en torno a la figura de Michel Temer, al que le permitieron gobernar con relativa “tranquilidad” en estos meses de alejamiento de Rousseff. Sobre la base de una crisis económica que lleva varios años y en contra de la corrupción que se denuncia, también hay un sector de masas que ha apoyado el impeachment –principalmente pero no únicamente capas medias–.

El “teatro” parlamentario que se montó para definir el enjuiciamiento transcendió en los medios mundiales de abril y mayo. Y sobre todo, la indignación por los motivos que esgrimían varios de los que votaron a favor de separar a la presidenta: jurando a favor del represor que torturó a Dilma en la última dictadura, por la dictadura, en contra de la educación sexual en las escuelas, en contra de la central de trabajadores, para que se deje de subvencionar desocupados… Estos “argumentos” alimentaron a lo más retrógrado de la sociedad en torno al proyecto de impeachment. Pero al polarizar aún más la sociedad, terminó contribuyendo a despertar más indignación con el presidente de hecho. Así empezaron a circular una serie de declaraciones y posicionamientos públicos.

En las Olimpíadas en Río, burlando un poco la censura y la represión, se pudo ver algo del rechazo que genera la presencia de Michel Temer en una parte de la población: fue abucheado en la ceremonia de apertura y decidió no participar de la de clausura. Y en varias competencias se pudieron ver cartelitos en las tribunas. Ni que hablar de las manifestaciones fuera de los estadios, aunque éstas, claro, casi no salieron en los medios. Pero no hubo una “toma de las calles” abrumadora en defensa de la presidenta suspendida.

Hoy, como ya planteamos en abril (Vamos! Nº 73), podemos volver a afirmar que “este proceso de agonía del proyecto petista exige un reagrupamiento de las fuerzas obreras y populares para poder salirse de las polaridades que imponen la pugna de sectores en definitiva de las clases dominantes. Romper con el chantaje de los “males menores” parece ser la tarea del momento, para sobre esa base enfrentar con independencia a las clases dominantes, lo que en todo caso exige aprovechar la lucha entre los de arriba ubicando un golpe principal en cada momento. No hay otra manera de avanzar hacia la liberación nacional y social de nuestros pueblos y países”.