El Eternauta: Oda a la resistencia colectiva

Como si el propio Oesterheld viajara a través del tiempo y del espacio, su emblemático comic escrito en tiempos de resistencia peronista (1957-1959) reapareció agiornado en las pantallas de Netflix. La serie, de la cual por ahora sólo hemos podido ver su primera temporada, es furor en Argentina e incluso ha estado entre las más vistas a nivel global. De alguna manera, este thriller de ciencia ficción, catástrofe y profundamente político nos identifica con nuestro presente.

Sus capítulos han sido devorados también por las nuevas generaciones que ni siquiera habían nacido cuando Héctor Oesterheld, sus cuatro hijas y sus parejas eran desaparecidos por la dictadura de 1976. La adaptación hecha por Bruno Stagnaro y Ariel Staltari ha logrado revivir y darle actualidad a esta obra del siglo pasado. “Lo viejo funciona”, podrían repetir también estos guionistas mientras nos hacen festejar cuando encienden la Estanciera, la casa rodante de un Mercedes 1114 o la locomotora del tren Mitre. “El Eternauta” volvió para reivindicar nuestra identidad nacional, nuestros veteranos de Malvinas y el colegio técnico, recordarnos la crisis del 2001 y el terrorismo de estado, revivir una asamblea de consorcio y un partido de truco, y a decirnos que siempre se puede seguir peleando. “Nadie se salva solo”, insisten.

La trama representa la confrontación con una invasión alienígena o extranjera. Invasión basada en el manejo de la tecnología y armas masivas de destrucción, toscos pero aguerridos soldados “cascarudos”, humanos “colaboracionistas” ganados por el enemigo de alguna forma imbrincada, y embajadores con manos de cien dedos que dirigen la invasión desde el lugar. Cada cual puede ponerle el nombre que considere más adecuado a cada personaje.

Frente a esto, Juan Salvo –encarnado por Ricardo Darín– no es un clásico superhéroe de Hollywood, sino un simple vecino que a su pesar vuelve a empuñar un fusil y a apostar por la resistencia colectiva. Porque “el héroe es colectivo”, reafirman. En una crítica al fetichismo tecnológico, vuelve también la radio AM como un medio de comunicación para dar ánimo a los sobrevivientes, e intentar conectarse con Uruguay y Brasil. Pero sobre todo, la serie destaca la voluntad de resistencia. “No estamos derrotados, la resistencia vive”, difunden una y otra vez por la radio.

Este espíritu inquebrantable ha estado en la propia realización de la serie, completada esta primera temporada con el presupuesto equivalente a solo un capítulo de otra serie de Netflix como Stranger Things, y apostando también a soluciones colectivas. En un contexto de desprecio gubernamental, la serie se ha transformado en una reivindicación de nuestra producción cultural.

Por su repercusión y los valores que defiende, “El Eternauta” es una pieza insoslayable de la “batalla cultural”; aunque en el sentido diametralmente opuesto al de Milei y sus grotescos Tuttle Twins que invadieron Paka Paka. Podemos entender entonces que el ensañamiento del presidente con Darín no es por el precio de una docena de empanadas, sino más bien por su combativo personaje popular. En cualquier caso: «es tiempo de luchar», diría Juan.

Capo