Estamos mal pero vamos peor

En la Argentina hay un millón de niños y niñas en la indigencia. Los últimos datos oficiales indican que en el segundo semestre de 2018 el porcentaje de pobreza llegó al 32,0% de la población. Dentro de este conjunto la indigencia golpea al 6,7%.

Pero además, este gobierno castiga más a los más chicos. Casi la mitad de los niños, niñas y adolescentes (hasta 14 años) viven ahora sumergidos en la pobreza por la política de Macri: 47%. Son casi 5 millones que no tienen cubiertas las necesidades esenciales (alimentación, vestimenta, transporte, educación, salud, etc.). Y de ellos, más de un millón (el 11% del total) vive en la indigencia, es decir que no llegan a cubrir una canasta de alimentos capaz de satisfacer un umbral mínimo de necesidades energéticas y proteicas.

Éstas son las consecuencias de la política de Cambiemos. “Por la meta que quiero que se me juzgue es si pude o no reducir la pobreza”, había dicho Macri. Y éstos son los resultados de su fracaso. Y se prevé que la pobreza seguirá en aumento, ya que la inflación de los primeros meses de este año llegó a un 51% interanual.

Poco antes de los datos de pobreza, el Indec publicó la “Balanza de pagos, posición de inversión internacional y deuda externa” del año 2018, el año del acuerdo con el FMI. Esto muestra una radiografía de la economía del país representada por la cantidad de divisas extranjeras que entran y que salen del mismo. Da una medida de la dependencia nacional y de cómo se exprime desde el extranjero el valor creado en la economía nacional a lo largo de un año. Destacamos algunos aspectos.

Déficit comercial

La balanza comercial de bienes y servicios (exportaciones menos importaciones) a lo largo de todo el 2018 fue nuevamente deficitaria, esta vez por unos 10.574 millones de dólares. Este déficit fue un tercio menor al del 2017, año que constituyó el más deficitario de nuestra historia. El gobierno bajó levemente este déficit principalmente desalentando las importaciones a través de la devaluación.

De este modo, el último trimestre del año pasado pasó a haber un superávit comercial de 3.264 millones de dólares. En ese cuatrimestre aumentaron un 10% las exportaciones en comparación con igual trimestre de 2017, principalmente en productos primarios. Y cayeron 25% las importaciones: un 34% en bienes de capital, 40% en piezas y accesorios para bienes de capital y 22% en bienes de consumo.

La contracara de este “superávit” de fin de año es la inflación descontrolada producto del aumento del dólar. Por otra parte, se evidencia que los planes oficialistas de grandes aumentos de las exportaciones son una ilusión. No alcanza con subir el dólar para fomentar las exportaciones. Es necesaria una política global de fomento productivo. La industria, en particular, hoy requiere importaciones y no podrá desarrollarse sin crédito, sin mercado interno y con las actuales tarifas energéticas. De hecho, el producto bruto interno argentino bajó en el cuarto trimestre de 2018 un 6,4% respecto del mismo trimestre del año anterior.

Fuga de utilidades y activos

En cuanto a la remisión de utilidades al exterior (llamada “Renta de inversión directa” en el informe) arrojó una fuga neta de 7.945 millones de dólares. Si bien es algo menor que en 2017, es otra gran sangría de divisas que no es mucho menor que el déficit comercial y que representa trabajo argentino apropiado principalmente por monopolios extranjeros.

A esto debemos sumar la fuga de divisas por “Formación de activos extranjeros”, que alcanzó un nuevo valor histórico con 24.869 millones de dólares. Esto incluye los dólares que se van luego de haber obtenido jugosas ganancias con los Leliqs.

Más deuda externa

En pago de intereses de deuda externa y de inversiones especulativas (“Renta de inversión de cartera”) se fugaron un neto de 9.323 millones de dólares. Esto es un 55% más que en 2017 y vuelve a graficar la enorme cantidad de recursos que se pierden con el descomunal endeudamiento llevado a cabo por este gobierno. Y se debe sumar, además, otros 6.093 millones de dólares en pago de capital de deuda.

En lo inmediato, todas estas fugas de divisas se cubren con más endeudamiento. Así, el endeudamiento registrado como “Inversión de cartera” alcanzó un aumento de 12.740 millones de dólares. A esta cifra debe agregarse otros 47.599 millones de dólares de formación de pasivos registrados como “Otra inversión”, explicados por los préstamos del FMI y swap de monedas. Desde ya, todas estas cifras descomunales representan nueva deuda, que representará más y más intereses. Hacia el final de 2018, según este mismo informe del Indec, la deuda externa bruta ascendió ya a 277.921 millones de dólares.

Túnel sin fin

Los datos de la balanza de pagos publicados por el Indec muestran también cómo la política endeudamiento externo termina financiando la fuga de capitales, la remisión de utilidades de empresas extranjeras, la renta de inversiones especulativas en la bicicleta financiera y el pago de intereses de la deuda externa. Toda esta gigantesca transferencia de valor al extranjero es la otra cara de la inflación, la devaluación y del ajuste que el gobierno impone al pueblo argentino y a la producción nacional.

El aumento de la pobreza y la indigencia son consecuencias de la recesión buscada por este gobierno para, supuestamente, “equilibrar” las cuentas. Pero, en los hechos, el déficit de la balanza de pagos nacional y el déficit fiscal (el real, no sólo el primario que no contempla deuda externa) se han agravado cada vez más de la mano de este ajuste (con beneficios para monopolios mineros y terratenientes), endeudamiento sin límite y las tasas que tocaron el 70%.

La situación es grave y la perspectiva aún peor. El gobierno continúa devaluando, ajustando y tomando más deuda. La inflación no cede y la recesión es cada vez más grave. Los planes del gobierno son tan sólo que el FMI lo ayude a sostener este círculo vicioso hasta las elecciones.