Industria automotriz: crónica de una debacle anunciada

Hoy en la industria automotriz en Argentina hay miles de obreros suspendidos y pocos proyectos de nuevos vehículos. La rama produce hoy al 40% de su capacidad instalada. Y podría ser peor. La previsión para 2019 es que las plantas estarán paradas al menos la mitad de los días. Ford ya canceló el lanzamiento de nuevo vehículo, a la vez que en abril de 2019 dejará de producir el Focus. Esto significaría aún más suspensiones en las filiales locales de los monopolios automotrices, alcanzando cifras como no hemos visto hace décadas. Incluso, en algunos casos hasta se estaría analizando el cierre completo de fábricas terminales en Argentina.

Mientras tanto, sigue siendo muy grande el déficit comercial con Brasil en este sector, que en sólo los primeros seis meses de 2018 alcanzó los 1.806 millones de dólares –sumando automotores y autopartes– (Infobae, 7/10). Esto representa el 50% del total del déficit comercial que Argentina tiene hoy con Brasil. En este sector hoy importamos el doble de lo que exportamos, un desbalance comercial que lleva muchos años. Es decir: importamos lo que se podría producir aquí, dando como consecuencia la pérdida de puestos de trabajo y agravando la constante fuga de divisas.

El Mercosur fue desde sus inicios uno de los pilares de este intercambio comercial, no en beneficio de argentinos ni brasileros sino de los monopolios automotrices imperialistas que planifican regionalmente su producción y venta. Así, la capacidad instalada para la producción automotriz en Argentina está planificada para la exportación hacia Brasil, al punto que en un momento alcanzó al 70% del total de nuestra producción del sector. Desde hace un par de años, nuestras exportaciones automotrices a Brasil se retrajeron producto de la inflación y la imposibilidad de trasladar los aumentos de los costos hacia el precio de venta en Brasil.

Actualmente, luego de la enorme devaluación en Argentina, esa balanza mejoró un poco. Pero apenas por efecto cambiario, que por sí mismo no garantiza ninguna política industrial. La prueba de esto es que, visto desde el lugar de un monopolio, Argentina sigue siendo uno de los países más caros donde producir en América Latina. El salario de un obrero automotriz en Brasil es la mitad que en nuestro país; y en México, la mitad que en Brasil. Entonces, para estos monopolios, el negocio es producir en Brasil para vender en Argentina. Solamente Toyota logró con la devaluación potenciar su negocio de exportar camionetas a todo el continente.

La única traba a esto sería el “Flex” establecido en el Mercosur, que determina que por cada dólar que Argentina exporta a Brasil, se puede importar uno y medio. Esta norma que limita el desequilibrio es en alguna medida lo que está salvando de la extinción a la industria local. Pero, evidentemente, los controles a las importaciones son cada vez más inexistentes. La prueba está en que en el primer semestre de este año Argentina exportó por 2.310 millones de dólares e importó por un total de 4.171 millones de dólares. La norma no se está cumpliendo y tampoco se aplican las multas que hubiera correspondido al caso.

Si a esto sumamos la posibilidad de que Brasil vuelva a devaluar su moneda, como anticipa su flamante presidente Jair Bolsonaro, y de que el presidente argentino directamente sincere la eliminación del “Flex”, como dicen localmente que habría acordado Macri, la industria automotriz en Argentina podría ir ya directamente hacia su debacle. Esa sería finalmente la Argentina “supermercado del mundo” que pregona Macri, retrocediendo 70 o 100 años en nuestra historia…