Las primeras designaciones de Donald Trump

Apocas semanas de su victoria, los colaboradores y las primeras designaciones de Donald Trump van confirmando la línea que esgrimió durante su campaña. Una línea que mezcla proteccionismo, invocaciones a la recuperación de la “grandeza” de Estados Unidos, racismo contra negros e inmigrantes, desprecio y prepotencia contra las mujeres, y un nacionalismo de potencia mundial en procura de revitalizar su hegemonía.

La “justicia” y la “seguridad”

El vicepresidente de Trump, Mike Pence, es un fundamentalista cristiano que emprendió cruzadas contra los homosexuales y contra el aborto. En los Estados Unidos este no es un debate abstracto: en las últimas dos décadas los fascistas locales produjeron decenas de ataques violentos contra clínicas que admitían y practicaban abortos.

Otros perfiles del próximo gobierno quedaron delineados con bastante claridad con los nombramientos en la “justicia”, la “seguridad” y la CIA (la agencia responsable del espionaje internacional y de los golpes de estado e intervenciones militares del imperialismo yanqui en todo el mundo). El próximo secretario de Justicia (fiscal general) será Jeff Sessions, senador por el sureño estado de Alabama, uno de los reductos del racismo anti-negro y del siniestro Ku Klux Klan. El senador ultraconservador tiene un repugnante historial de racismo: en 1986, siendo fiscal federal en Alabama, increpó a un abogado blanco por defender a un acusado negro porque a su juicio eso era “una vergüenza para su raza” (de hecho en ese mismo año sus brutales proclamas racistas hicieron que fuera rechazada su nominación como juez federal).

Sessions se opuso a varios proyectos de regularización de los inmigrantes “indocumentados”. Defiende el mantenimiento del criminal campo de secuestro, tortura y confinamiento de Guantánamo (Cuba), donde el ejército norteamericano tiene encarcelados a cientos de personas que los servicios yanquis acusan de “terrorismo”; y sostiene que a los “terroristas” no les cabe la jurisdicción del sistema judicial estadounidense.

Replanteo militar

La “seguridad” fue uno de los caballitos de batalla de la campaña de Trump, y todo apunta a que la guerra contra el “terrorismo” y en particular contra “Estado Islámico” (ISIS) será el argumento central del expansionismo norteamericano y de su pugna por volver a afianzar la hegemonía yanqui debilitada por la crisis con indicios de una recuperación aún no consolidada y por el ascenso de China. La designación de Michael Flynn para dirigir el Consejo de Seguridad Nacional (NSC) va en esa dirección.

El militar retirado será la mano derecha de Trump en todo lo que tenga que ver con el Pentágono, el Departamento de Estado (el ministerio de Relaciones Exteriores de EEUU) y la CIA. Posa de militar “duro”, porque su “brillante” carrera militar se desarrolló durante una década de invasiones, ocupación, torturas y asesinato de “insurgentes” en Irak y Afganistán. Obama lo premió en 2012 designándolo director de la Agencia de Inteligencia de la Defensa (DIA), el principal organismo militar yanqui de espionaje en el extranjero.

En la misma línea se inscribe el nombramiento como director de la CIA de Mike Pompeo, que llegó al Congreso de la mano del grupo nacionalista-imperialista Tea Party. Es un defensor público de la tortura a los prisioneros, igual que el propio Trump. Ex oficial del Ejército trasmutado en gran empresario aeroespacial, es parte del complejo industrial-militar que hizo grandes negocios con la “guerra contra el terrorismo”. A esto habría que sumarle que en algunos estados norteamericanos la industria militar es una gran fuente de empleo y de ingreso. El apoyo de esa poderosa burguesía se convertiría, así, en una de las bases fundamentales del proyecto político y económico de Trump.

En su furia antiislamista, que en la práctica convierte a todos los musulmanes en “terroristas” y al “terrorismo” en pretexto de las tropelías expansionistas de Washington, Pompeo promueve una política más agresiva contra Irán y se opone al acuerdo firmado en enero último, que obliga a Irán a limitar sus actividades nucleares a cambio del ablandamiento de las sanciones internacionales impuestas en 2006. Lo que podría reavivar los proyectos de acabar con el desarrollo nuclear iraní por vía militar.

Otras tácticas

Lo que parece despuntar con la nueva coalición monopolista que asumirá el gobierno en enero insinúa un cambio de tácticas y de alianzas en busca de recuperar la hegemonía mundial del imperialismo yanqui. La revisión de los tratados de “libre comercio” y el reforzamiento de las políticas anti-inmigratorias busca consolidar el frente social interno reanimando el empleo, la demanda interior y la producción nacional, mientras que el nuevo enfoque mundial esboza acuerdos con el imperialismo ruso en el Medio Oriente y se concentra en la competencia estratégica con el imperialismo chino.

La conversación telefónica de Donald Trump con la presidenta de Taiwan, Tsai Ing-wen fue una fuerte señal de los tiempos que se abren con ese imperialismo. El gobierno Chino no tardó en expresar su queja oficial al gobierno de Obama. Trump sostuvo que “No quiero que China me dicte (lo que tengo que hacer) y esta fue una llamada que me pasaron, yo no la inicié, y fue una llamada muy corta que decía ‘felicidades por su victoria’. Hubiera sido irrespetuoso rechazarla”. Por otro lado, sostuvo que “no sé por qué tenemos que estar ligados por una política de ‘una sola China’ a no ser que lleguemos a un acuerdo con China que tenga que ver con otras cosas, incluido el comercio”.

Además argumentó que “China está dañando profundamente a Estados Unidos con la devaluación de su divisa, con sus fuertes impuestos en las fronteras a pesar de que ellos no les ponen tasas y con la construcción de una enorme fortaleza en medio del Mar de China Meridional, algo que no deberían hacer”. Además, dijo que Pekín “no está ayudando en absoluto con Corea del Norte y su programa nuclear, un problema que ellos podrían resolver”.

A la vez, en América latina el corrimiento del eje del “libre comercio” y el posible embate contra la influencia del comercio y de los capitales chinos augura nuevas contradicciones entre la nueva conducción yanqui y las burguesías y los gobiernos latinoamericanos, que en los últimos años se ilusionaron con la ampliación de mercados y la pretendida lluvia de inversiones que prometía Obama y ahora, despechados con Trump como se vio en la reciente Cumbre de Líderes Empresariales del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Lima, vuelven a ilusionarse con el “libre comercio” y los capitales chinos que promete Xi Jinping.