La tensión en Ucrania ha seguido escalando. Al cierre de esta edición Rusia acababa de reconocer a las regiones separatistas de Donetsk y Lugansk. EEUU respondió que discutirá sanciones con el resto de sus aliados de la OTAN. Sin embargo, no está escrito que vaya a ocurrir “la guerra en Europa más grande desde la 2° Guerra Mundial”, como había alertado el presidente inglés Boris Johnson. De hecho, el presidente ucraniano Volodimir Zelenski expresó que “no hay motivos para no dormir”. Entonces… ¿por qué se produce esta escalada (cuyo resultado en verdad no sabemos)?
No casualmente, la tensión en Ucrania recrudeció con el cambio de gobierno de EEUU y la llegada de Joe Biden a la presidencia. Previamente, Donald Trump había distendido tensiones con Rusia. Esto tuvo su correlato con cierta distensión en Ucrania: allí se vive una compleja situación desde que en 2014 una revuelta popular hizo caer al gobierno prorruso y tras un plebiscito en Crimea ese territorio fue anexado a Rusia. Los gobiernos ucranianos que siguieron pidieron su incorporación a la OTAN y aprobaron la entrada de tropas extranjeras (particularmente estadounidenses y polacas). Pero la OTAN no dio señales de avanzar en ese sentido.
Con la llegada de Biden, el gobierno estadounidense pasó a manifestarse públicamente por la defensa de la soberanía ucraniana y a impulsar (o al menos amenazar con) su incorporación a la OTAN. En septiembre pasado, tras la primera reunión entre Biden y Zelenski en Washington, el comunicado oficial conjunto fue precisamente en este sentido: “EEUU apoya el derecho de Ucrania a determinar su propia política exterior futura sin interferencias desde afuera, incluso en lo que se refiere a las aspiraciones de Ucrania de ingresar en la OTAN”. Esto es para Rusia una provocación, porque no acepta tener misiles nucleares de la OTAN a menos de 10 minutos de alcance contra Moscú. Pero no parece haber indicios de que los países europeos de la OTAN aprueben la incorporación de Ucrania. De hecho, el presidente francés Emmanuel Macron viajó a Moscú para dar esta señal y distender. Y Alemania tiene un gasoducto directo con Rusia a través del Mar Báltico, el Nord Stream I; y precisamente está por verse si ponen en funcionamiento el gasoducto Nord Stream II, con el doble de capacidad de transporte.
Nord Stream I y II
Desde el punto de vista económico, lo que tanto Biden como Zelenski pretenden es impedir que Nord Stream II empiece a transportar gas. Para Zelenski, su puesta en funcionamiento implicaría que Rusia baje las cantidades de gas (ruso) que envía a Europa a través de los gasoductos que pasan por Ucrania y Polonia (y pagan “peaje” en estos países). Para Biden, esto implicaría además un estrechamiento de las relaciones entre Rusia y Alemania particularmente, pero también con el resto de los países de Europa central (ya que todos recibirían gas más barato si va directamente por los gasoductos Nord Stream). Por eso EEUU directamente propone que deben establecerse estratégicamente otras fuentes gasíferas y energéticas para Europa.
Nord Stream I fue puesto en funcionamiento en 2011 y tiene una capacidad de transporte de 27.500 millones de m³ anuales. Nord Stream II tiene una capacidad de 55.000 millones de m3 anuales y ya estaría listo. Resta la certificación de Alemania.
“Globalistas” y “continentalistas”
La estrategia geopolítica de Biden y la que tuvo Trump se distinguen en cómo hacer frente a la potencia económica en ascenso, que no es Rusia ni Alemania sino China. Trump, que es expresión de la línea “continentalista” dentro de EEUU, distendió con Rusia para concentrar su disputa con China. Cuestionó incluso abiertamente a la OTAN porque EEUU sostiene su funcionamiento, los demás países no cumplen sus compromisos de inversiones militares pero sí comercian asiduamente con China. Biden, como expresión de los “globalistas”, entiende que EEUU no puede perder la alianza OTAN y confrontar en soledad con China. Para esto necesita mostrar a Rusia como una amenaza para Europa y entorpecer los acuerdos ruso-alemanes.
De este modo, el interés de EEUU tampoco es necesariamente meterse de lleno en una guerra en Ucrania. En estos días, la cuestión será qué sanciones se aprueben finalmente a Rusia y qué pasará con Nord Stream II. Los gobiernos alemán y francés ya manifestaron su decepción por el reconocimiento de los separatistas por parte de Rusia. Y debido a la escalada en Ucrania, el gobierno alemán ya suspendió el proceso de certificación del nuevo gasoducto “hasta nuevo aviso”.
Previo al reconocimiento de las repúblicas de Donetsk y Lugansk se había producido una explosión en un tramo del gasoducto que pasa por esa región, según fue denunciado por los medios rusos. El presidente ruso Vladimir Putin dio entonces una conferencia de más de una hora y media para argumentar los motivos del reconocimiento de estas repúblicas autoproclamadas: afirmó que Ucrania es indisoluble de la historia rusa, cuestionó los principios de autodeterminación de Lenin y los bolcheviques sobre los cuales se fundó la URSS y que habrían dado lugar a la creación de Ucrania, denunció la violación de los acuerdos de paz contra la población de las zonas separatistas y alertó por la posibilidad de que Ucrania pase a tener armas nucleares (entre otras tantas cosas). Así, Putin sorprendió con una medida que es política y que le quita oxígeno al conflicto de desgaste y provocación por parte del gobierno de Ucrania y EEUU en esas zonas. Habrá que ver cómo se siguen desarrollando los acontecimientos. Si finalmente el Nord Stream II queda paralizado, será un golpe para Rusia, no sólo económico sino también político.