Los trabajadores en la China imperialista: superexplotación y luchas

La “cuestión social” alarma a la dirigencia china. Desde la crisis económica mundial iniciada en 2008 vienen creciendo las huelgas y protestas de obreros y empleados contra los despidos y por el cobro de los salarios impagos. Según la ONG “Boletín Laboral de China” (CLB), en los primeros 6 meses de este año se registraron 465 acciones colectivas de trabajadores.

Por eso la burguesía monopolista china, en su 13er Plan Quinquenal (2016-2020), se propuso “enfriar” el clima social prometiendo 50 millones de nuevos empleos en zonas urbanas (en un país de 1.300 millones), y alentando mejoras en el bienestar social y el consumo, planes de “desarrollo” en las provincias del interior; facilidades para el permiso de residencia de los campesinos en las ciudades, mayor cobertura a jubilados, desocupados y enfermos, etc.

Explotados “por agencia”

La propaganda de la prensa burguesa machaca que el crecimiento chino “sacó a 80 millones de personas de la pobreza” (o 100 millones, o 200: lo mismo da, puesto que las cifras dependen del parámetro con que miden la “pobreza”); y oculta las condiciones de explotación en que viven y trabajan más de 1.000 millones de personas desde la restauración capitalista operada a fines de los ‘70.

Un informe sobre la desigualdad social en China entre 1978 y 2015 realizado por los investigadores Thomas Piketty, Li Yang y Gabriel Zucman muestra el ensanchamiento de la brecha entre ricos y pobres. En ese período el 10% de los de arriba pasó a llevarse del 27 al 41% del ingreso nacional, mientras el 50% de los de abajo caían del 27 al 15%.

La mayoría de las protestas son en reclamo del pago de salarios atrasados, un reflejo de la sistemática violación de la legislación laboral aprobada hace una década (sin hablar del arrasamiento de la que regía antes de 1978, cuando China era socialista): siguiendo el más puro “modelo” liberal, la mayor parte de los llamados “trabajadores migrantes” –los que se van de las provincias del interior a las ciudades en busca de mejores condiciones de vida– son trabajadores “por agencia”, precarios y sin estabilidad. Aunque la ley china dice que el trabajo por agencia es sólo una forma de empleo “complementaria”, casi siempre los contratados son mantenidos en esa condición durante años, realizando el mismo trabajo que los efectivizados pero con menores salarios y sin beneficios sociales.

A la calle, desde automotrices hasta docentes

Entre mayo y junio de este año, los trabajadores por agencia del consorcio automovilístico semiestatal FAW-Volkswagen en la ciudad de Changchun (nordeste), llevaron a cabo una larga lucha por el pago igualitario a contratados y efectivos. En esa planta, más de 3.000 obreros trabajan como temporarios, algunos de ellos desde hace más de 10 años, cobrando la mitad del salario y sin ninguno de los beneficios de los permanentes. Ya a fines de 2016 habían iniciado una larga campaña por el pago igualitario, con acciones legales, manifestaciones y petitorios por internet.

La respuesta de la empresa y del Estado fueron medidas represivas y persecución judicial: se aumentaron las guardias policiales en la planta y la gerencia presionó a los delegados, les cambió el puesto de trabajo y les multiplicó la carga de tareas. Tres delegados fueron arrestados y acusados de “reunir una multitud para quebrar el orden social”. A principios de agosto el sindicato de los trabajadores de Volkswagen de Alemania les hizo llegar una carta de solidaridad y exigió a la empresa respetar los derechos de los trabajadores a organizar sindicatos independientes, a la huelga y a negociaciones salariales libres.

También hay numerosos casos de huelgas y protestas de docentes, desde los que cerraron un centro de enseñanza preescolar en Sichuán (centro), hasta los más de 1.000 maestros jubilados de todo el país que realizaron recientemente en Pekín su quinta manifestación de este año reclamando que se les actualice la seguridad social.

Los problemas de los trabajadores en el ámbito de la educación surgieron y se profundizaron en las décadas de 1980 y 1990, o sea con la restauración capitalista. Por entonces, convertida la educación en un trampolín para el ascenso social, los gobiernos locales contrataron a numerosos docentes pero “flexibilizados”, es decir sin otorgarles los mismos salarios, prestaciones sociales ni jubilaciones. Gracias a la lucha, éstos consiguieron que se les reconociera a nivel nacional los mismos derechos jubilatorios que al resto de los educadores de las escuelas públicas, pero muchos gobiernos locales no asignaban el presupuesto necesario.

El año pasado, el 10 de setiembre –Día Nacional del Maestro–, los educadores de Wenzhou (provincia de Zhejiang, al este) transformaron la fecha en una jornada de reclamo del pago de los salarios pendientes frente a un edificio del gobierno local. Antes, en el invierno de 2014-2015, la protesta de 200 maestros de la provincia de Heilongjiang por los retrasos en las cuotas de la seguridad social se extendió rápidamente hasta incluir a 20.000 maestros en huelga.

Un informe del CLB registra 168 huelgas y protestas de maestros entre 2014 y 2015. Pero, al igual que en las luchas de los obreros de las industrias, la Federación Nacional de Sindicatos de China (ACFTU), está ausente. Sus dirigentes no sólo son burócratas colaboracionistas de las patronales, sino que son directamente puestos por el Estado. Según un maestro entrevistado: “Nuestros sindicatos aquí no son como los de fuera de China, a los que uno puede acudir con una queja; aquí solo reparten regalos durante los días festivos y organizan actos del partido”.

Con el actual giro en la política económica, que intenta activar el consumo interno, la explotación de los trabajadores –y su movilización– se multiplicó en sectores de servicios como los de abastecimiento y transporte, hasta llegar a casos dramáticos como los violentos choques entre trabajadores de “delivery” de alimentos de la gigantesca empresa Meituan y la policía el 20 de julio en Langfang (en las afueras de Pekín), y una semana después en la ciudad de Chengdu (en el oeste). Meituan está entre las 10 principales empresas de “delivery” del mundo: recibe más de 13 millones de pedidos por día. Su éxito se apoya, obviamente, en la superexplotación de sus trabajadores, que vienen realizando protestas y huelgas contra las opresivas condiciones laborales, exceso de carga de trabajo y maltrato patronal.

La burguesía le hace pagar la crisis a la clase obrera

La crisis iniciada en 2008 golpeó las exportaciones industriales chinas, y tanto las corporaciones privadas como las estatales descargaron sus efectos sobre los trabajadores. Desde entonces, los reclamos tienen como principales protagonistas a los trabajadores de la construcción, los obreros industriales y los mineros, es decir los sectores en que se basaron las impresionantes tasas del “crecimiento” chino en las dos décadas anteriores. Como el gobierno central ya anunció que en los próximos años planea recortar casi 2 millones de puestos de trabajo en el carbón y el acero, seguramente aumentará el número de conflictos en estos sectores. En los primeros seis meses de 2016 hubo en promedio ocho huelgas o protestas violentas por día.

La crisis iniciada en 2008 tuvo un rebote tremendo en la construcción, donde se evidenció la enorme burbuja especulativa de préstamos impagables y de casas, edificios y barrios enteros vacíos. Las empresas y los gobiernos locales precarizaron o despidieron a decenas de miles de trabajadores. Los reclamos suelen aumentar en el período invernal de Año Nuevo, porque muchos de ellos son trabajadores “migrantes” y necesitan el pago de los sueldos atrasados para poder volver a sus provincias; frecuentemente la falta de pago por los empleadores provoca enfrentamientos violentos. O suicidios porque algunos, por vergüenza, prefieren morir antes que volver a casa con las manos vacías.

Los trabajadores de la industria y la minería también sufrieron el parate. La crisis agravó la sobreproducción de la industria china en el cemento, el acero y el carbón. La reforma estructural iniciada por el Partido “comunista” dos años atrás se centra menos en la industria pesada y más en la producción de bienes de consumo y los servicios; sumado a los aumentos salariales obtenidos por los obreros del automotor y de las electrónicas tras la ola huelguística de 2010, muchos empresarios decidieron desplazar la producción industrial al Sudeste asiático, donde la fuerza de trabajo es aún más barata que la china.

En aquellas huelgas y movilizaciones obreras surgieron muchos activistas de fábrica y delegados que organizan las luchas por encima y por fuera de los sindicatos y del partido oficialista. Pero su crecimiento y organización es lento porque se enfrentan con el poderoso bloque que constituyen la burocracia sindical de la ACFTU, los empresarios, el Partido “Comunista” y el gobierno. Igual que en la Argentina, las direcciones sindicales propatronales son las encargadas de legitimar los despidos y los “contratos basura” en las fábricas, las que delatan y persiguen activistas, utilizan matones para romper huelgas o se montan en ellas para desviarlas.