Neodesarrollismo brasilero

En el período de crecimiento económico, en los últimos 13 años lo que más se ha desarrollado es la dependencia. Creció la sojización, se sostuvo el latifundio y se produjo una desindustrialización relativa de la producción.

El imperialismo que más se ha beneficiado con esta dependencia pasó a ser China, que hoy es el cliente clave de las exportaciones brasileñas de mineral de hierro y de soja. Desde 2009 China es el primer destino de las exportaciones brasileñas en general (seguida por EEUU y luego la Argentina). La demanda china convirtió al Brasil en el segundo exportador mundial de soja después de EEUU. El capital chino participa directamente en la producción de hierro, a través de la asociación de su consorcio Bao Steel con el gigante brasileño Companha Vale do Rio Doce (CVRD). Con un préstamo de 10 mil millones de dólares del Banco de Desarrollo de China, Pekín aparece como un financista clave para el desarrollo de los yacimientos petroleros de aguas profundas descubiertos hace unos años en las cuencas de Campos y Santos.

Como consecuencia de este tipo de desarrollo, en Brasil la superficie destinada a la producción de soja ha pasado de 10 millones de hectáreas en 1997 a 28 millones en 2015, un 52% de la superficie cultivable con una producción de casi 100 millones de toneladas. También ha seguido creciendo el latifundio: entre 2003 y 2010, la superficie de los grandes propietarios ha crecido un 48,4%, ocupando 319 millones de hectáreas (fuente: INCRA).

Del mismo modo, diversas voces alertan en Brasil sobre el proceso de desindustrialización relativa que se va operando en la economía, con notorias caídas de la producción de máquinas y equipos en el último período.