¿Quién gana con la devaluación salarial?

El informe de la CTA-T y FLACSO titulado “La distribución del ingreso en la etapa actual” puso de relieve la caída de la participación de lxs asalariadxs en la distribución del ingreso, constituyendo la contracara del aumento de la producción en la salida de la pandemia. Argentina alcanzó un crecimiento del 10,3% de su PBI en 2021. Pero la participación de los ingresos de los asalariados en el valor agregado que producen siguió bajando desde un 51,8% en 2016 hasta su valor más bajo de 43,1% en 2021.

Este resultado se explica por la caída real de los salarios frente a la inflación más un aumento de la productividad. Según el informe, desde 2017 hasta 2021 hubo una transferencia de los asalariados hacia el capital equivalente a 70 mil millones de dólares, cifra monumental que incluso supera la onerosa deuda con el FMI. Es decir, se vuelve a demostrar que, en el capitalismo, el aumento de la producción no necesariamente redunda en el llamado “derrame distributivo” hacia las clases populares. Es más, en verdad el capitalismo se basa en la división de la sociedad en clases y el aumento de las desigualdades.

Ganancia, restricción externa e inflación

Lo curioso del asunto es que, contrariamente a una idea tan instalada desde medios hegemónicos sobre que los aumentos salariales generan inflación, la caída salarial viene coincidiendo con valores récord de inflación. Es más, lo que pasó a ser una de las causas del actual proceso inflacionario ha sido precisamente la ganancia extraordinaria del capital.

Esto se debe a que la ganancia capitalista tuvo como resultado que las empresas buscaran dólares como reserva de valor; o que las industrias compraran más insumos para stockear producción, lo que a su vez requiere también más dólares. A esto se sumó, desde ya, las maniobras de sobrefacturación de importaciones y subfacturación de exportaciones, el festival de amparos judiciales para importar hasta aviones de lujo (totalizando unos 1800 millones de dólares en el último año y medio), el acaparamiento del granos por parte de las cerealeras (alrededor de 14 mil millones sin vender a espera del golpe devaluador) y otras maniobran que derivaron en que las reservas del Banco Central llegaran a valores críticos.

A su vez, estos bajos valores de reservas de divisas internacionales –aún con valores récord de exportación– han puesto contra las cuerdas al gobierno, presionando para un golpe devaluador y su consecuente salto inflacionario.

En definitiva, la disputa distributiva se libra también en el plano del comercio y finanzas exteriores. Las divisas fugadas por distintos medios equivalen a trabajo argentino que se va del país y que achica las posibilidades del mercado interno. Y si el Banco Central se queda definitivamente sin reservas, no sólo vendrá el salto devaluatorio e inflacionario, sino que a las industrias se les complicará la importación de los insumos que necesitan.

Por eso, el control de las exportaciones en manos de monopolios, la privatización de los puertos y la Hidrovía Paraná-Paraguay son algunos de los problemas estructurales que necesariamente debe atacar un gobierno que busque gobernar en beneficio del pueblo y la Nación. Mientras tanto, la devaluación persistente que exige el FMI (el llamado crawling peg) sigue impulsando a la inflación.

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