Rusia y China coordinan fuerzas militares en claro mensaje a Trump

En Vladivostok, en el estratégico Lejano Oriente ruso, de cara al Mar del Japón y a kilómetros apenas de las fronteras con China y Norcorea, Moscú llevó a cabo a mediados de setiembre conjuntamente con Pekín las más gigantescas maniobras militares en los casi 30 años desde la disolución de la URSS.

El operativo Vostok 2018 movilizó a 150.000 soldados rusos (una sexta parte del total de las fuerzas armadas de Rusia), 1.000 aviones, 80 barcos y 36.000 tanques. “Quien quiera oír que oiga”, pareció querer decir el líder imperialista ruso Putin, en clara advertencia frente a las sanciones y alusiones militaristas del yanqui Donald Trump relacionados con la intervención de Moscú en Ucrania oriental, en la guerra civil Siria e incluso en la interna electoral que favoreció a Trump hace dos años.

Pero lo verdaderamente significativo de las maniobras fue la participación de China, que aportó 3.500 soldados, 30 aviones y 900 tanques: una ínfima proporción de las fuerzas rusas, pero suficientes para mostrarse como parte de la movida. Además, los blindados ostentando la bandera china tuvieron un lugar destacado en la parada militar que coronó el Vostok 2018 presidida por Vladímir Putin.

Las relaciones entre Pekín y Moscú están en su mejor momento en décadas. China y Rusia mantienen posturas diferentes en conflictos como Corea del Norte o Ucrania: por más que por ahora aparezca lejana la posibilidad de que en un futuro próximo esto se convierta en una alianza militar permanente al estilo de la OTAN –o de lo que en su tiempo fue el Pacto de Varsovia–, de hecho ambos ejércitos siguen avanzando en la práctica de ejercicios coordinados que iniciaron hace unos años dentro del esquema militar de la Organización de Cooperación de Seguridad de Shanghái, que ambas potencias fundaron y donde llevan la voz cantante.

Los poderosos se preparan

“Nuestro enemigo es un enemigo aéreo supuesto”, respondió evasivamente un jefe militar ruso al preguntársele a quién iba dirigido el mensaje militar. Pero nadie duda de que el destinatario son los jefes políticos y militares norteamericanos, empezando por Donald Trump. Por su parte, Pekín está respondiendo medida por medida a la guerra comercial ya sin tapujos que el yanqui viene encarando contra la ascendente potencia oriental; y por la suya, Moscú aún no le cobró a Washington las sanciones económicas que le descerrajaron las potencias occidentales a instancias de EEUU por la anexión de Crimea.

Las grandes potencias van armando sus dispositivos políticos, diplomáticos y militares para el caso de que sus disputas amenacen desmadrarse de la mesa de negociaciones.

Ahora, hace pocos días, el Departamento de Estado yanqui impuso sanciones contra altos oficiales de la Comisión Militar Central de China –el órgano supremo de conducción militar de Pekín–, por haber hecho “transacciones” con Rosoboronexport, el consorcio ruso especializado en exportación de armamentos y materiales de defensa. El gobierno estadounidense adoptó la medida apenas días después de las maniobras militares ruso-chinas en Vladivostok, y en plena escalada de la guerra comercial entre USA y China. Los capos chinos pusieron el grito en el cielo denunciando la sanción como violatoria del derecho internacional, mientras el portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Geng Shuang, enfatizó que su gobierno seguirá consolidando la asociación estratégica con Rusia.

Las maniobras ruso-chinas, además, coincidieron con el encuentro directo entre los presidentes de ambos países, Vladímir Putin y Xi Jinping en el marco del Foro Económico Oriental en la misma ciudad de Vladivostok. La relación económica entre las dos potencias también se intensifica. El comercio bilateral aumentó más de 30% en los primeros seis meses de este año y a diciembre podría superar los 100.000 millones de dólares. La reunión personal de Xi y Putin aceitó la firma de tratados en energía, agricultura, tecnología e infraestructuras.

En esa ocasión el presidente chino, convertido en el adalid mundial de las doctrinas imperialistas de la “globalización” y el “libre comercio”, clamó contra las tendencias que atentan contra el comercio global y abogó por un mundo “multipolar” (es decir, no sin polos de poder, ya que China es uno de ellos). Y allí también reclamó un frente común ante lo que llamó “acciones económicas hostiles”, en obvia alusión a Washington. Rusia y China, reafirmó, son “buenos vecinos y socios” que juntos “neutralizarán los retos y riesgos”.

Por si fueran pocos los factores que recalientan la pugna estratégica mundial, Trump también amenazó a India con sanciones si compra los avanzados sistemas antiaéreos rusos S-400. India y Rusia tienen una relación histórica desde la década de 1970, y son aliados en el grupo BRICS (Brasil-Rusia-India-China-Sudáfrica).

Más guerra comercial

Trump agregó en setiembre otro capítulo a la guerra comercial que inició en julio y siguió en agosto contra China, tratando de satisfacer las promesas de campaña –disminuir el enorme déficit comercial yanqui en el intercambio con China– que hizo a la parte de la burguesía monopolista norteamericana que lo catapultó a la candidatura y lo sostiene en la presidencia. Ahora Washington anunció nuevos aranceles del 10% a productos chinos por 200.000 millones de dólares, lo que significa que, en total, alrededor de la mitad de todas las exportaciones chinas a Estados Unidos están sujetas a nuevos impuestos. China no hizo esperar sus contramedidas.

Así, la disputa comercial sigue escalando, por más que China sea el principal socio comercial de EEUU, y aunque poderosos monopolios como Apple, Dell y Hewlett Packard, que se opusieron decididamente a esta guerra de aranceles, adviertan que la escalada llevará al aumento de los precios de sus productos, muchos de los cuales son de fabricación china o tienen componentes chinos. La prohibición de Trump de vender componentes electrónicos estadounidenses a la corpo china ZTE también golpea a los monopolios informáticos yanquis.

No hay que ir muy profundo para darse cuenta de que la guerra arancelaria en curso no es una mera competencia comercial, ni apunta sólo a “preservar el tejido industrial de EEUU”. Trump quiere cumplir el gran objetivo geopolítico de sostener la hegemonía, particularmente frente a los imperialismos chino y ruso.