Violencia racista: ¿Y por casa cómo andamos?

“Estados Unidos fue construida sobre el genocidio de nativos y sobre la esclavitud”, denunció Spike Lee. Es cierto que el comercio de esclavos no tuvo en nuestro territorio el mismo peso que en Norteamérica (lo que no quita la negación existente sobre la descendencia afro en Argentina). Pero en cuanto a genocidio indígena, poco tiene para envidiar Julio Argentino Roca, general emblemático de la conquista del “Desierto” y a quien todavía debemos soportar en nuestros billetes de 100 pesos y monumentos. Esa violencia simbólica, se tornó concreta y real en los cuerpos de los cuatro jóvenes qom chaqueños torturados por la policía.

Una quincena de policías irrumpieron en sus casas, golpeando a familiares, adultos o niños, y se los llevaron a la comisaría. Allí les siguieron pegando y torturando. Abusaron incluso manoseando a una chica menor de edad. Los rociaron con alcohol. “Así hay que tratar a estos indios infectados”, se dijeron a sí mismos. Parte de las escenas fue filmada y luego hecha pública a través de la Revista Cítrica. No es un caso aislado. Es regla. Lo destacable en este caso es la valentía de los jóvenes y la familia que hicieron caso omiso a las amenazas y no callaron.

El hecho de que estos abusos sean moneda corriente, lo confirma el ruidoso silencio que hizo el gobernador Jorge Capitanich durante una semana. Antes de que repudiara los hechos y pidiera “perdón”, estuvo incluso la declaración presidencial y la visita de la titular del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas, Magdalena Odarda, a la localidad de Fontana. Luego, unos diez días después de los hechos, cuatro policía fueron detenidos.

 

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Hoy, una batalla contra este racismo reside en que prospere la causa judicial contra todos los policías involucrados y que se haga justicia. Pero debemos recordar también el caso de Rafael Nahuel en Bariloche. O del propio Santiago Maldonado, que cometió el “crimen” de ser solidario con los mapuches. Y tampoco nos olvidamos del asesinato a sangre fría de Javier Chocobar en Tucumán. Todos estos casos nos recuerdan que este Estado nacional se constituyó sobre la base de esa llamada Conquista del “Desierto”, que no fue otra cosa que el robo de territorios a sus habitantes originarios en beneficio de la oligarquía, para incorporarlos a una economía nacional que se integraría al mundo como una nación dependiente. Y que también derivó en la venta de los y las indias sobrevivientes. (¿No se había abolido en 1813 la esclavitud?)

Hoy no sólo persiste este robo, sino que la extensión de la frontera agropecuaria sigue expulsando población agraria para acumular cordones de pobreza alrededor de las ciudades. El desprecio con que son tratados en esos conurbanos –no sólo los originarios “argentinos”– sigue cumpliendo la función de apuntalar la explotación. Por este motivo, la lucha contra el racismo, es también la lucha por la liberación nacional y social.