La invasión del “desierto”

Entre 1878 y 1885, Julio Argentino Roca encabezó la mal llamada “Conquista del Desierto”. Hasta entonces, el extenso territorio que abarcaba gran parte de la región pampeana y la Patagonia jamás había podido ser conquistado por los españoles. Allí vivían unos 30.000 habitantes originarios de distintos pueblos –onas, ranqueles, mapuches y tehuelches, entre otros–, algunos de los cuales vivían de la caza y la recolección y otros que criaban animales y cultivaban la tierra.

Para los latifundistas y empresarios nacionales y extranjeros, hambrientos de tierras para incorporarlas a la economía primario-exportadora, era una situación inaceptable: así, Roca fue el encargado de “llevar la civilización” a sangre y fuego. La campaña concluyó con miles de originarios y la mayoría de los caciques asesinados, y entre 15 y 20 mil sometidos. Se incorporaron 78 millones de hectáreas al territorio nacional, lo que casi lo duplicó, y se dio inicio a la secunda conquista: la conquista latifundista.

Gran parte de las tierras ya habían sido vendidas antes de la conquista, lo que sirvió como fuente de financiamiento del genocidio. De los originarios sobrevivientes, muchos fueron obligados a emigrar a otros territorios, y el resto fueron quedando como peones de las grandes estancias. Al mismo tiempo, la colonización en pequeñas parcelas fue desalentada y llevada a la ruina: lo de poblar y colonizar el supuesto “desierto” había sido solo un justificativo. Las nuevas tierras se repartieron en forma de grandes latifundios, por monedas y con grandes concesiones, en manos de la oligarquía terrateniente nacional –Pereyra Iraola, Álzaga Unzué, Anchorena, Martínez de Hoz, Menéndez– y de los nuevos terratenientes extranjeros.

Entre estos últimos, se destacaron las empresas inglesas: su paradigma fue la Compañía de Tierras del Sud Argentino (CTSA), que nació en 1889 bajo la dirección del Coronel Lawrence Hayworth. Esta recibió del Estado argentino casi 1 millón de hectáreas, gratuitamente, bajo la promesa de fomentar el establecimiento de colonos inmigrantes, lo que nunca realizó. Un verdadero fraude. Durante más de 80 años se dedicó a la cría y venta de ganado, con desorbitantes ganancias. Las tierras de la CTSA, nacidas con sangre, fraudes y corrupción, son hoy parte de las propiedades de Benetton.